No, nada de ya está. Hay muuucho por hacer.
En ese momento, el techo del gran salón comenzó a desintegrarse...a volverse granos de arena... una arena relampagueante. Había bastantes personas en aquel lugar, pero solo él apreciaba el espectáculo del cielo abriéndose ante su ínfima y humana presencia.
Estrellas como rosas pálidas, florecían en el profundo cielo azulado ... que compartía un poco de su vanidad y espacio con un par de nubes escurridizas.
De pronto, sintió una extraña fuerza sobre él. Bajó la vista. Un par de ojos verdes enormes, dulces, penetrantes y calmos...ocultos entre la gente... invadían su interior... con solo observarlo desde lejos... curiosamente.
Desafiante, hizo un gesto confuso a la delicada dueña de esos magníficos universos verdosos...
Ella... ella solo continuó observándolo fijamente... aumentando su ansiedad.
Volvió su mirada hacia arriba. Ya no había techo. Respiró hondo. Dios, que maravilloso se ponía el cielo en las noches primaverales... estaba hipnotizado.
De nuevo la fuerza extraña presionándolo. Era ella, lo supo. Trasladó su mirada al frente. Ahí no estaba ella. ¿La perdí?, se preguntó silenciosamente. Movió la cabeza y los ojos, buscándola entre la muchedumbre. Vestidos ostentosos, sombreros y pelucas le ofuscaban la visión. Sintió algo de asco y lástima por todas las personas que se encontraban en ese monumental salón.
Repentinamente, algo le sujetó el brazo. Algo... tibio. Tornó la cabeza, sorprendido. Dos universos, ahora familiares, y verdes... centelleantes... le desnudaban con sutileza macabra. Cayó. Cayó en agujeros negros, en tormentos azules, en sorpresas amarillas... en éxtasis verde.
Dios, que maravillosos se ponían sus ojos en las noches primaverales... y de que forma reflejeban los astros que continuaban floreciendo en el imponente cielo.
Antes de que él llegara al fondo de su perdición... ella preguntó susurrando... aún aferrada a su brazo... ¿Tú crees en los milagros?
Cada vez más ansioso y extasiado, él no contestó. Solo la miró... y con esa mirada... recorrió cada uno de los parajes de su ser... pasó por desiertos crueles, sediento... para luego conocer praderas paradisíacas... pasando por incendios que abarcaban kilómetros... sorteando trampas impensables...
Ella levantó una mano. La puso entre su rostro y el de él, mostrándosela. Él, siempre silencioso e inquieto, la observó obediente. La delicada mano subió lentamente... casi casi tocando el cielo... él no le despegó la mirada.
Con su mano, ella acarició el aire que estaba sobre ellos... de un lado hacia el otro... como si ahí, sobre sus cabezas, se encontrara lo más bello que nadie ha visto jamás...
Era un secreto que la naturaleza quería contarles... era la misteriosa y mágica forma en que el vanidoso cielo, al notarlos desafiando al cosmos... comenzó a pintarse de verde... sí, de ese verde de sus ojos.
Dios, que maravilloso se ponía el cielo en las noches primaverales... especialmente cuando no se estaba solo.
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Esto es culpa de muchas cosas. Agradesco cada una de ellas. La mayoría son personas... las otras, son fuerzas y sentimientos. Mierda, no sabía q esto iba a ser tan bueno, de haberlo sabido... obviamente lo hubiese hecho antes...
Este es el sabor... de la Luz.
Se cuidan los washinis, okas?
Ea ea... el primer escrito del año.
Feliz año nuevo.